La eterna noche de las doce lunas
Los rituales de paso son elementos esenciales dentro la mayoría de culturas indígenas, la carga simbólica y las experiencias corporales de los mismos posibilitan la trascendencia de una etapa de la vida, y la apertura a otros comportamientos o jerarquías dentro de la comunidad. La eterna noche de las doce lunas es un documental que nos cuenta cómo vive la menarquía una niña Wayúu. Los Wayúu son uno de los pueblos indígenas más números de Colombia, ubicados en el departamento de la Guajira y parte de Venezuela, están expuestos a condiciones de extrema pobreza y crudeza climática, conservan aún muchas prácticas y creencias antiguas en relación a la mujer y su comportamiento.
Con la imagen de un árbol desnudo y una niña subiendo por sus ramas La eterna noche de las doce lunas, nos adentra en el paisaje desértico y bello de una Guajira que pocas veces se muestra en las pantallas de nuestro país. La niña que observamos feliz recogiendo leña pronto se convertirá en una mujer wayúu, pero primero pasará encerrada doce lunas llenas. Una tradición que sobrevive en pocas familias de esta comunidad indígena, pero que tiene más de dos siglos de antigüedad.
El ritual que parece sacado de otra época se conoce como el encierro wayúu, consiste en aislar durante un año a las niñas que tienen su primera menstruación, sin ver la luz del sol, en una pequeña choza que es construida especialmente para ellas. Durante este periodo de tiempo las niñas solo pueden ser visitadas por las mujeres más cercanas de la familia. La primera menstruación es un momento de la vida muy importante para la cultura wayúu, es como un segundo nacimiento para la mujer, un periodo de reflexión, de trance – así lo expresa Priscila Padilla, la realizadora del documental.
La protagonista (Filia Rosa Urian) es una niña de doce años que después de su encierro sabrá lo que significa ser una mujer wayúu, además este tiempo en soledad le otorga un mayor valor frente a los hombres de su comunidad: desde el momento en que salga del aislamiento, quien desee podrá comprarla, si ella y su abuela lo permiten. El documental sin hacerlo muy explícito, da cuenta de varias etapas dentro de ese año de encierro. En un primer momento la niña es acostada en un chinchorro ( una especíe de hamaca) donde debe permanecer inmóvil; después le cortan el cabello como símbolo de que la niñez y los juegos infantiles quedaron atrás, el cabello que crece nuevo representa la adultez y ahora deberá escuchar los consejos de su abuela para ser una mujer adulta y madura, entre ellos que no podrá volver a sonreírle a los hombres; durante todo ese tiempo la niña aprende el arte de tejer y el origen de su casta wayúu. Finalmente, al terminar el encierro es presentada a toda la comunidad, mujeres y hombres la saludan y felicitan por su valentía, por haber seguido la tradición y cumplir el deseo de su abuela. Curiosamente varios integrantes del grupo graban con celulares de última tecnología el rostro de la pequeña Pili. El contraste entre la tecnología y las creencias ancestrales es un elemento evidente y demoledor a lo largo de la película; asistimos a a la confrontación entre dos mundos.
¿ Para cuantas de nosotras, que habitamos las ciudades, menstruar significa quedarnos quietas, calladas , en lo oscuro? Aunque las formas de transitar nuestros periodos parezcan no entorpecer lo cotidiano, y no vayamos a aislarnos durante un año, de alguna manera sobrevive adentro nuestro cierta necesidad de distancia y desolación. Tomamos demasiadas precauciones para que el mundo no se entere de nuestro estado, y muchas veces al comunicarlo recibimos criticas filosas: deberíamos ser más discretas, higiénicas, reservadas… el lenguaje nos expulsa, nos encierra; hemos aprendido a menstruar en silencio y con vergüenza.
Padilla tuvo que pasar cuatro años dentro de esta comunidad para realizar el documental con el que busca, según ella, mostrar la realidad, lo diverso que somos en nuestro país y lo maravillosa que es la Guajira –“Vemos un país diverso y como a partir de ahí lo podemos construir. Es como un espejo”- expresa padilla en una entrevista realizada por la revista cultural Sono. Pero además de hacer un retrato, Padilla tiene otro objetivo con la realización de su obra, en una entrevista concedida a Margareth Sánchez para el portal Confidencial Colombia, expresa: “Entendí que las mujeres teníamos mucho que decir, pero lo que veía era que las historias las contaban los hombres (…). [La eterna noche] es la búsqueda de mí misma como mujer (…)”.
La eterna noche de las doce lunas logra retratar de manera honesta y respetuosa el ritual de una cultura que para muchos de los que estamos en el centro del país no existe, porque hemos permitido que este sea un territorio olvidado. Una historia que aunque no desarrolla más conflictos que el tema mismo del ritual, nos hace observadores y cómplices de lo que viven las mujeres en la Guajira. Con una excelente fotografía y con una música que logra transportar al espectador a aquellos paisajes desolados y melancólicos que recorre Pili, el documental despierta sentimientos de tristeza y de rabia, resulta inquietante pensar en todas las niñas que como Pili, hoy piensan que convertirse en mujer significa no volver a reír.
Fotografías tomadas del archivo de Proimágenes Colombia
Algunos de los reconocimientos que le han otorgado a esta producción son:
El Premio India Catalina, Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias –FICCI-, Colombia, 2013. Mejor Documental Latinoamericano, Festival Internacional de Cine Latinoamericano de Toulouse, Francia, 2013 y ha estado en las selecciones oficiales del Festival Internacional de Cine de Berlín, Alemania, 2013. Festival Internacional de Cinema Latino-americano de São Paulo, Brasil, 2013. The Film Society of Lincoln Center, Lincoln Center New York, 2013. Festival Internacional de Cine de Lima, Perú, 2013. Festival Internacional de Cine de Busán, Corea del Sur, 2013.