Alternativas Ecólogicas
Ilustración de David Uzquiza
La modernidad occidental impuso el control de los fluidos y desechos corporales (Elias, 1994) y junto al discurso de la asepsia del higienismo, dio paso a la fabricación de compresas, inicialmente de forma doméstica y luego comercial, que pudieran absorber la sangre menstrual. De acuerdo con el artículo El ciclo menstrual en el siglo XXI. Entre el mercado, la ecología y el poder femenino de Karina Felitti:
Hacia 1900, las compresas de tela, los cinturones y los delantales que las sostenían se comercializaban con éxito. La consigna era contener el fluido y también los olores, dar lugar al “silencio olfativo” sobre el que habla Le Breton (1995), por medio de desodorantes y perfumes, que hacía del hombre un animal que no olía y que no quería oler, un animal cada vez menos animal. (Felitti, 2016:178)
Con ese propósito pasaron los años y las toallas empezaron a sufrir cambios significativos en su forma y composición. Incorporaron materia prima y tecnología necesaria para mejorar su capacidad de absorción, “comodidad” y seguridad. Y ésta se convirtió en la opción de mayor consumo por encima de otras como las copas de silicona o las toallas de tela. Nos acostumbramos a usar toallas higiénicas o tampones sin preguntarnos por su origen y mucho menos de qué estaban hechas(os). Simplemente supimos que se conseguían en el supermercado y que debíamos escoger entre sus múltiples opciones: con alas, sin alas, ultra absorbentes y delgadas, con extractos naturales, etc. Todas ofreciendo “comodidad, libertad y discreción”.
Pero, ¿cuantas nos hemos preguntado de que está compuesto un tampón o una toalla higiénica que dura en contacto con nuestro cuerpo cientos de horas a lo largo de nuestra vida menstrual? Los ingredientes de los tampones son algodón, rayón, poliéster, polipropileno, polietileno y fibra. Por su parte, los de las toallas higiénicas son pasta de papel blanca, gel absorbente (poliacrilato), polipropileno no tejido y polietileno.[1] Componentes químicos provenientes del petróleo y asociados a enfermedades como infecciones urinarias, irritaciones, hongos, alteraciones hormonales, cáncer y el síndrome de shock tóxico.[2]
Un artículo presentado por Andrea Donsky, fundadora de Naturally Savvy[3] demuestra que la industria de los productos de higiene femenina no revela los componentes que utilizan, ni las consecuencias de estos para la salud.
De acuerdo con su investigación, cada toalla sanitaria convencional contiene el equivalente de unas cuatro bolsas de plástico. Un dato preocupante, teniendo en cuenta todos los peligros que representa para la naturaleza las sustancias químicas plásticas. Según Donsky, las sustancias químicas plastificantes como el BPA (Bisfenol A) alteran el desarrollo embrionario y están relacionadas con el cáncer y las enfermedades cardíacas. Los ftalatos- que le dan a los aplicadores de tampones la sensación suave- son conocidos por afectar negativamente la expresión genética y el DEHP (Di etilhexil ftalato) pudiendo causar daños en múltiples órganos. Los sintéticos y los plásticos también restringen el libre flujo de aire y puede atrapar el calor y la humedad, lo que promueve, según esta investigación, el crecimiento de hongos y bacterias en el área vaginal. Donsky afirma que además de los plásticos hechos con petróleo, las toallas también pueden contener otra gran variedad de ingredientes dañinos para el organismo como los neutralizadores de olores y fragancias.
En respuesta a todo este universo de químicos y sustancias no biodegradables que pueden afectar no solo nuestra salud sino también al medio ambiente, (re)aparece una variedad de productos para vivir la menstruación de otra manera, con mayor conciencia del cuerpo y del planeta. En los últimos años han venido tomando fuerza productos alternativos que “(…) proponen formas de vida más sanas, libres, ecológicas, socialmente comprometidas, anti sistémicas y de empoderamiento” (Felitti, 2016: 178) tales como las copas de silicona y las toallas de tela. Una nueva oferta comercial para tratar la menstruación, que va desde fármacos y tizanas naturales, hasta ejercicios de relajación y alternativas relacionadas con la ginecología natural y la medicina ancestral.
El internet y las redes sociales han facilitado la circulación de productos culturales como libros, videoarte y documentales que exponen los significados sociales del ciclo menstrual y sus correlatos en la vida de las mujeres. Además se han generado diversos espacios de intercambio de experiencias en páginas web, blogs y comunidades virtuales; y se ha vuelto más común escuchar de talleres y círculos de mujeres. (Ibíd., 2016: 178). Estas propuestas invitan a recuperar el ciclo menstrual como algo positivo y a conectarse con el ser mujer, rechazando la forma convencional de experimentar la menstruación.
Los métodos alternativos como la copa o las toallas de tela no solo evitan la contaminación ambiental, protegen la salud de las mujeres y buscan empoderarlas en su rol, sino que también han surgido como respuesta a una de las problemáticas más ignoradas en el mundo, que afecta la educación, la economía y la salud pública. Por eso en diferentes partes del mundo se han desarrollado alternativas que buscan, por ejemplo, disminuir el ausentismo escolar y laboral.
De acuerdo con Felitti en algunos países, la falta de acceso a suministros puede ser un verdadero obstáculo para el desarrollo de las mujeres:
Por ejemplo, estudios de UNICEF han indicado que existe una relación entre la llegada de la primera menstruación y la deserción escolar, de niñas y adolescentes, en varios países. Esto obedece a la falta de acceso a servicios sanitarios adecuados, a productos para controlar el sangrado y a los temores de algunas comunidades de dejar a una niña que ya menstruó en el espacio público, ante la posibilidad de que un embarazo arruine un futuro matrimonio, en culturas donde la virginidad es un bien imprescindible para acceder a él (UNICEF, 2014:59).
Como respuesta a esta problemática se han desarrollado diferentes estrategias. Aunque algunas han tenido críticas por su impacto ambiental y porque no reconocen las creencias y prácticas culturales de la población, por ejemplo, desde el 2006 la empresa Procter and Gamble sostiene el programa Protecting Futures. Keeping girls in school (Protegiendo futuros. Manteniendo a las niñas en la escuela). Esta empresa apoya a organizaciones locales en países subdesarrollados para que provean educación sobre la menstruación y faciliten la protección sanitaria, pero ha sido criticada porque las compresas desechables “que regalan pueden tapar los desagües o ser transportadas por animales y ayudar a difundir enfermedades”. Por otro lado, desconoce la cultura ya que para esta población la sangre expuesta puede lanzar un hechizo, esto representa un problema para muchas niñas que no podrían dejar su toalla higiénica en un contenedor y lo que necesitarían es incinerarlas de acuerdo con sus tradiciones y prácticas (Ibíd., 2016:187).
Ruby Cup, es otra iniciativa fundada por tres mujeres estudiantes de una escuela de negocios en Dinamarca. Bajo la consigna “Compra una, da una” quienes adquieren la copa de silicona colaboran con su distribución gratuita en Kenia. Según Felitti, en la página web de la empresa las niñas escolares dan su testimonio de gratitud porque “ya no necesitan faltar a clases y destinan el dinero que antes usaban para comprar productos desechables en útiles u otras cosas que necesitan”.
También los hombres han gestado proyectos, por ejemplo el programa Makapads de Uganda, que es apoyado por la Universidad de Makerere, le apuesta a la mano de obra local y se hace con recursos propios y naturales de la zona. Consiste en la fabricación de compresas con papiros que se mezclan con papel reciclado a partir de un sistema de producción que requiere muy poca electricidad, haciendo uso también de los recursos tecnológicos locales.
Por su parte en la India, desde 1990, también un hombre desarrolla un proyecto de producción de toallas a bajo costo, su nombre es Arunachalam Muruganantham, pero fue apodado el “hombre menstrual” en un documental que cuenta la historia de su producto (Menstrual man de Amit Virmani, 2013). Este hombre ofrece charlas en los ciclos que organiza TED –Technology, Entertainment, Design– (Tedxgateway web) y fue premiado por el presidente de su país (Ibíd., 2016: 188).
Finalmente, en Costa Rica William Paer, psicólogo clínico que actúa en los medios de ese país junto con su hija Jill, publicó un libro para combatir los mitos sobre la menstruación y creó un superhéroe que se llama Menstruation Man (MM), se viste de rojo y utiliza una enorme toalla sanitaria como escudo protector. Su libro, Un camino mucho mejor, se vende junto al audiolibro y un disco con sus reflexiones musicales, como “La canción de Menstruation man” (disponible en Youtube.com) (Ibíd., 2016:188).
Las prácticas relacionadas con el ciclo menstrual varían a nivel cultural e individual. Por diferentes razones como las creencias, la falta de educación, la religión o los recursos económicos, muchas mujeres no pueden acceder a estas alternativas, sin embargo estos proyectos buscan disminuir la inequidad social y de género, vinculando al mayor número de personas posibles y gestando soluciones eficientes a las problemáticas sociales que enfrentan las mujeres en su experiencia menstrual.
[1] Blog Manchasinverguenza. (2012, septiembre 28).Las toallas higiénicas algo más que algodón y plástico. Recuperado el 12 de mayo de 2017, de https://manchasinverguenza.wordpress.com/2012/09/28/las-toallas-higienicas-algo-mas-que-algodon-y-plastico/
[2] Ginecosofia. (2009, octubre 30). Sobre los químicos tóxicos en los tampones y toallas higiénicas. Recuperado el 11 de mayo de 2017, de https://ginecologianatural.wordpress.com/2009/10/30/sobre-los-quimicos-toxicos-en-los-tampones-y-toallas-higienicas/
[3]Página web estadounidense dedicada a temas de salud y bienestar. citada en http://articulos.mercola.com/sitios/articulos/archivo/2014/11/12/productos-de-higiene-femenina.aspx. Recuperado el 11 de mayo de 2017.