Historia de la copa menstrual
La copa menstrual parece ser una alternativa novedosa y contemporánea, ideada para las mujeres de esta época: interesadas en la protección de la naturaleza, el aprovechamiento de los recursos y liberadas de muchos mitos corporales; sin embargo este pequeño y eficiente dispositivo tiene una historia más antigua de la que sospechamos.
Según un articulo publicado en el blog del Museo de la Menstruación, la primera patente de un elemento para la contención menstrual data del año 1867, a cargo de Robertson Isaac W , inventor de la ciudad de Chicago, que realizó un bosquejo de lo que sería una bolsa de contención de fluidos vaginales, llamada “saco catamenial” , la cual debía ser introducida en la vagina y se sostendría a través de un lazo- cinturón. Con un diseño rudimentario esta idea nunca llegó a materializarse pero esbozó los primeros cimientos de lo que luego sería la copa menstrual. Robertson también patentó un dispositivo anticonceptivo y profiláctico femenino, que tampoco llegó a consolidarse.
La invención de la copa menstrual se le atribuye a la norteamericana Leona W Chalmers quien en 1936 presentó la primera patente. Inicialmente la copa se fabricaba con caucho, era bastante pesada y sus dimensiones incomodas para la anatomía femenina. No tuvo una buena acogida en el mercado, su comercialización no prosperó dada la escazes del material con el que era fabricada y la supremacía de los productos de la marca Tampax, liderada por el doctor Earle Hass, quien introdujo en el mercado los primeros tampones.
Chalmers construyó toda una reflexión sobre el cuerpo femenino durante el ciclo menstrual a través de las publicidades utilizadas para promocionar su producto. Cuestionando la cualidad desechable e incomoda de las toallas sanitarias, y refiriéndose a la posibilidad de movilidad , perdurabilidad y economía de la copa, invitaba a las mujeres a explorar y conocer su cuerpo. Nombrada “La Tacita” y acompañada del manual “La conquista de la incomodidad menstrual”, cualquier mujer podía solicitarla por el precio de dos dólares la unidad.
Sin embargo para la época prevalecían muchos prejuicios sobre el cuerpo femenino y la higiene. Aunque la “ tacita” había sido avalada por la Asociación Americana de Ginecología, prevalecían muchos tabúes, y en el plano económico su característica reutilizable no la hacía rentable para la industrial mercantil.
La compañía Tassete Inc, a cargo de Robert P Oreck, compra en 1950 un segunda patente también diseñada por Leona Chalmers, y es en esta ocasión que se dan a la tarea de educar y proyectar una imagen que fuera más atractiva y amigable para las usuarias. Utilizando la metáfora visual de un tulipán, “ la tacita” se presenta como un producto suave y de fácil inserción. Al igual que Tampax esta empresa hizo uso de publicidad en revistas, periódicos y carteles de grandes dimensiones, en los que era frecuente encontrar testimonios de enfermeras y médicas que aseguraban la confiabilidad de la oferta. Pero ni siquiera con el discurso oficial de su parte se logra la aceptación esperada. Caso contrario de los tampones que para 1996 estaban lo suficientemente posicionados.
Traducción de Mauricio Balanta
En esta publicidad podemos observar como Leona hace un recuento de las indagaciones personales y las necesidades colectivas que tuvo en cuenta para la creación de la copa. Haciendo alusión a todos los síntomas “desagradables” que conlleva el ciclo menstrual invitaba a las mujeres a “ superarlos” a través del uso de este producto. La copa se vendía como una posibilidad de experimentar la menstruación con mayor libertad, aunque exigía cierto grado de complejidad en su inserción y limpieza, tanto a nivel práctico como emocional. Hasta el momento la gran mayoría de mujeres hacían uso de las toallas higiénicas, y el tampón era tan novedoso como la copa. La idea de explorar la vagina e insertar algo en ella podía sonar como un riesgo físico y moral.
Durante 1970 la misma compañía presenta una nueva copa menstrual desechable, elaborada con un material absorbente elástico, esta nueva copa era un poco más pequeña y daba la posibilidad de usarla una sola vez. Oreck llegó a considerar que parte del fracaso del producto consistía en la molestia que implicaba para las usuarias lavar la copa. Sin mayores cambios y con un déficit de ventas la empresa cierra definitivamente.
Es hasta 1986 que Lou Crawford retoma la idea y presenta “ El Guardian”( The keeper) una versión mejorada de “ La tacita” , donde además oferta una medida más pequeña para mujeres que no han tenido hijos. Elaborada con latex y avalada por el Dr. Philip Tierno, Jr, experto en seguridad para productos relacionados con la menstruación y jefe de microbiología clínica e inmunología en el centro médico de la Universidad de Nueva York , quién desarrolló un estudio comparativo entre los tampones y la copa menstrual en relación al síndrome de shock tóxico que puede llegar a presentarse. La copa analizada, en este caso “The keeper,” no arrojó ni un solo resultado negativo.
En la actualidad esta empresa sigue funcionando y se vende todavía la copa creada en 1986, además de ofertar una nueva llamada “Moon Coup” elaborada con silicona médica. Los productos se pueden adquirir de manera online.
En la actualidad existen más de quince marcas reconocidas a nivel mundial (Copa MeLuna, Copa Lily cup, Femmecup, Naturcup, Ladycup, Iris cup, Diva cup, life cup, moon cup, Lunette, etc) los mayores productores son Estados Unidos y algunos países europeos, aunque también existen algunas fabricas mexicanas y chinas. Casi todas están fabricadas con silicona médica y existen avances novedosos, como el de los laboratorios Loon Labs ,que está desarrollando una copa menstrual capaz de conectarse con un dispositivo electrónico que pueda medir la cantidad de flujo, la coloración y posibles enfermedades o datos de salud que puedan ser manifestados a través de la sangre menstrual. Existen copas de colores, tamaños y texturas personalizadas según las necesidades de cada mujer.
La comercialización de copas menstruales crece cada vez más, en la ciudad de Cali existe una iniciativa liderada por Adriana Bernal, llamada La Lunera, en la que se pueden conseguir copas y otros productos alternativos para el ciclo menstrual.
Las plataformas digitales se han convertido en el espacio más propicio de información y venta de las copas, pues permiten llegar a un público diverso y evidenciar distintas opiniones sobre el uso y los beneficios de las mismas.
Aunque la mayoría de las copas tienen una vida útil de diez años, según los cuidados que se tengan, y estemos mucho más acostumbradas a usar y desechar, proliferan las ventas y las opiniones positivas sobre su impacto intimo y ambiental. Tal vez en un futuro no muy lejano, hablaremos de las toallas y los tampones como elementos en desuso, inviables para el sostenimiento ecológico y para la salud de las mujeres.
Imágenes tomadas de la página oficial del Museo de la Menstruación.